Ella corría, pero no muy deprisa, no fuera
que por el camino se perdiera algo importante. Paso a paso, día a día, mes a
mes y corazón a corazón ella continuaba avanzando, siempre a velocidad
reducida, no fuera que el tropiezo se tornara en algo inevitable. Corría, muy
despacio, pero corría al fin y al cabo.
Tenía por costumbre guardar lealtad a la cabalidad,
dejarse llevar por unos pasos ordenados y cuidadosamente calculados. Se obligo
a marcar un camino y a seguirlo, no fuera que acabara en el lugar equivocado en
el momento menos oportuno. Hasta el día en que lo vio por primera vez. Allí
sentado, aparentemente distraído, con la mirada perdida y un aroma a imposible
que parecía estar empeñado en no desaparecer. Entonces frenó su carrera, alteró
sus pasos y erró su camino. Se tropezó con aquella piedra que siempre se había
esforzado tanto en evitar y cayó sin remedio, víctima de unos ojos huidizos y
una sonrisa descuidada. Miró al amor de frente y él le devolvió la mirada de
una forma tan cruel que no pudo sino rendirse ante él y caer de rodillas en el
filo gélido que existe entre el vacío y la felicidad.
No duró ni un segundo, fue apenas un
instante, un efímero escalofrío que recorrió su espalda sin piedad,
aparentemente habría sido imposible darse cuenta, pero ella no necesitó más.
Enseguida lo supo. Supo con absoluta certeza que estaba perdida y que ya nada
podría salvarla.
El pánico se apoderó de ella, se ahogó en
lágrimas invisibles, las dudas la asfixiaron y el miedo a lo desconocido, al no
saber qué hacer la atrapó con su amargo abrazo. Ni siquiera ella era capaz de
entender como aquello había podido ocurrir. ¿Acaso era posible? ¿Sucedían
realmente ese tipo de cosas en aquel mundo solitario y sin sentimientos?
“Tic- Tac”, sonaba. El “tic-tac” se repetía
una y otra vez. < ¿Y ahora qué? > pensó. Un nudo apareció en su garganta
sin quererlo y su cuerpo entero se volvió frío e inerte, no hubiera podido
hablar ni aunque le hubiera ido la vida en ello. El terror la paralizó y nubló
sus sentidos hasta que el valor reunió fuerzas suficientes para enfrentarse a
él. Algo en su interior empezó a arder, a derretir el hielo que había atado su cuerpo y congelado su mente; y aquella canción imposible que tantas veces había escuchado años atrás y que un día sin saber por qué pareció haberse quedado muda, al fin volvió a
sonar. La oía, y no solo eso podía sentirla hasta en lo más profundo de su ser. Era algo mágico, había vuelto a ocurrir. En ese instante fue consciente del milagro y la sacó fuera. La entonó sin desafinar y la gritó hasta quedarse sin voz y conseguir que
quebrasen las cadenas. El coraje apareció. “Si. No.Si.No...” sonaba en
su cabeza “Si. No. Si. No, no…si” Las dudas llevaban ventaja, pero el valor
gano la partida.
-Hola. -Dijo, y a esperar el resultado.