martes, 12 de abril de 2016

Vincit omnia veritas#

Una vez fui demasiado joven para entender lo que pasaba. Ahora soy lo suficiente mayor para saber que me sigue faltando edad. ¿Cómo podría yo enfrentarme al abismo entre lo que es y lo que parece ser? Esperaba que tú me ayudases a encontrar una respuesta, pero no fue un momento de mucha lucidez por mi parte: veo que naciste al alba, la hora a la que la moralidad y los principios se distorsionan.

Naciste libre y te criaste cautiva en aquella casa en la que reinaba el silencio. Solías arañar las paredes hasta caer rendida por el sueño, te gustaba asomarte al tragaluz en busca de sombras de realidad sin profanar. Era tu prisión, y actualmente la has convertido en tu refugio. ¿Qué ha sido del valor que impulsa a las personas a pensar por sí mismas? Lo emparedaste en el muro de los prejuicios. Deberías tener más cuidado, te está cortando el paso.

Rezumas la melancolía del que ha estado toda su vida entre rejas, y traes contigo el resentimiento del que es inocente. ¿A qué nos ha llevado eso? ¿A un mundo distorsionado? Demonios de ojos brillantes danzan difuminados a tu alrededor entre nubes de polvo y ceniza, componen diatribas en tu cabeza, no dejan nada a su paso. Estás en ruinas: ellos lo han destrozado todo. ¿Qué es lo que te pasa? ¿No te atreves a luchar? ¿Te has quedado completamente en blanco?

Echemos un vistazo al panorama, quizá así logremos inspirarnos:

El protagonista de una novela de policías pasa las horas muertas en su despacho, busca una pieza que encaje, repasa una y otra vez la lista de virtudes. La apariencia física pondera dos puntos más. ¿Intenta convencerse de algo? Tal vez solo quiera fotografiar el pasado, quién sabe, nunca ha sido mi tarea juzgar sus criterios ni sus objetivos. Sea como sea, algo falla, está claro, pero no logra adivinar qué. Eso nunca le ha sentado bien, es una persona pragmática, de las que nunca dejan los puzles a medias.  Intenta salir de una fosa que él mismo ha cavado, ¿por qué seguimos empujándole al fondo?

Tú, mientras tanto, ignoras lo que ocurre alrededor: la petimetra ha convertido la apariencia en realidad, el creyente se ha negado a dar un salto de fe, el optimista se ha rendido. Vuestra eternidad se acorta. Se desprestigió el amor. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Yo, atrapada en mi mero papel de espectadora, me quedo sin recursos. Francamente, siempre creí que serías el final de su historia, pero parece que paulatinamente vas adoptando la forma de un obstáculo a sortear. Estoy confusa, y mi pluma ansiosa: esto es solo el principio, aún me queda mucho por contar. ¿Qué es lo que estoy haciendo?

¿Debería sentirme culpable? Una vez fui lo suficiente ingenua como para creer que era la responsable del fatal destino de mis personajes, hoy soy lo suficientemente perspicaz como para entender que no escribo ficción: mi universo personal siempre ha estado condicionado.

Dime, ¿por qué mataste a Dyana Gallagher? ¿Por qué te esfuerzas en sacar a la luz a Joel de Paul? ¿Por qué reconstruiste la torre de marfil que con tanto esfuerzo derribamos? Aun  llena de pecado, lanzaste la primera piedra.

¿Crees que yo escribí tu desgracia? En un principio me aventuraría a decir que esto va más allá de lo inefable, aunque tal vez seas tú quien tiene razón, al fin y al cabo, ¿qué podría decirte? No soy más que una niña que juega a la madurez. Supongo que eso me convierte en tu enemiga y a la vez me sitúa al borde de la derrota, pues para ti es una virtud; para mí, una desventaja.

Intento esforzarme, de verdad. ¿Qué es lo que crees ver? ¿Una mentira perfecta? ¿Un rival invicto? Me gustaría que entendieses que solo existe un objetivo común. Sin embargo, cuando se prefiere una mentira a admitir una equivocación, la razón y el sentido se pierden, mueren atrapados en la casa donde nunca amanece por completo.

Una vez fuiste lo suficientemente joven como para querer escapar de allí, a día de hoy, te ves demasiado vieja para intentarlo. ¿Ya te rindes? No construyas más muros, están obstruyendo la luz. Querer es poder. Todos podemos revelarnos contra el eterno retorno. Convendría que te dieras prisa: resquicios de soledad se aproximan hacia ti en forma de aguacero. Es ahora o nunca. 

¿Por qué te preocupas? No hay nada que puedas hacer. ¿No ves que seremos siempre amigos? 

Nunca dejaremos de correr contra el viento.